Para aprender a gestionar la incertidumbre, hay dos cosas importantes a tener en cuenta. Por un lado, debemos evitar las distorsiones de pensamiento. Por otro, aprender a aceptar. Nuestro cerebro es una máquina casi perfecta, pero le cuesta gestionar cuando no puede prever: ante la falta de información, nuestro cerebro rellena los huecos. El quid de la cuestión es cómo y con qué.
¿Qué es la incertidumbre?
La incertidumbre es la falta de consistencia, precisión o exactitud de la información que no nos permite predecir la realidad que nos rodea y que causa, por tanto, inseguridad y duda. El estado de incertidumbre en estos momentos es muy explícito por la cantidad de pérdidas -afectivas, personales y de seguridad- que hemos sufrido como sociedad durante la pandemia de la Covid19. Nuestras creencias se han tambaleado. La vulnerabilidad del ser humano se ha evidenciado y no siempre es cómodo sentirse vulnerable.
Otra cosa que nos dificulta la gestión de la incertidumbre, como sociedad, es el hecho de que nos hayamos acostumbrado a lo inmediato. La mayoría de las personas no estamos acostumbradas a la espera. Vivimos en una sociedad que se resiste a lo incómodo, que se resiste a estar mal. Cuando nos duele la cabeza nos tomamos una pastilla; cuando necesitamos comunicar algo mandamos un mensaje o hacemos una llamada, y nos incomodamos si la respuesta no es inmediata; cuando necesitamos comprar algo, pulsamos un botón y está comprado. Es difícil lidiar con lo incómodo en una sociedad que intenta evitar el dolor.
Las distorsiones de pensamiento son errores en los que podemos caer al intentar predecir lo impredecible. Para entender cómo funcionan y aprender a gestionar la incertidumbre, es útil emplear la metáfora de las gafas: ¿Con qué gafas miras la incertidumbre? Cada gafa pone su atención en un lugar diferente. ¿Dónde pones el foco? Es importante prestar atención a esto para intentar que evitar caer en un posible sesgo, de manera que seamos lo más optimistas posibles. Si en nuestro presente sólo vemos lo negativo, podemos teñir el futuro de negatividad.
Otro obstáculo para gestionar la incertidumbre de manera correcta suele ser que preferimos la idea de lo que creemos que debería ser en vez de aceptar lo que es. Nos quedamos enganchados a cómo me gustaría que fueran las personas, el trabajo, los deseos, a las fantasías de nuestra cabeza, de un mundo justo, seguro, en el que todo funciona según unas normas que todos y todas seguimos.
Control VS confianza
Perdemos de vista que hay un área de control limitada. Podemos controlar nuestras acciones, nuestro entusiasmo y esfuerzo, nuestra ética y dedicación, nuestras palabras y creencias, nuestra actitud. Pero no las ideas de los demás, sus acciones, los errores ajenos, sus palabras o creencias. Sin embargo, muchas veces nos cuesta asumir y ver la realidad, aunque no nos guste, aunque nos resulte incómodo. Preferimos esforzarnos en cambiar a los demás, o la situación, en vez de invertir en mirar y aceptar lo que hay. Creemos que podemos hacer algo, y sin embargo hay muchas veces en las que no se puede hacer nada, solo esperar con la mejor de las actitudes.
Cuando las circunstancias son buenas, no hay conflicto interno. El problema suele aparecer cuando fuera vienen mal dadas, como es el caso de la pandemia, de una crisis económica, de una guerra. En esos casos es fundamental apoyarse en pilares psicológicos fuertes, funcionales. Ante la incertidumbre hay dos respuestas fundamentales: el control o la confianza. La elección de uno u otro pilar tiene consecuencias diferentes en nuestra manera de ver el mundo y en nuestra actitud.
Podemos optar por comportamientos disfuncionales, como el control; o por comportamientos funcionales, como la confianza. El control es la actitud que tomamos cuando queremos seguridad y creemos que podemos hacer algo para cambiar el orden los acontecimientos. Se trata de una herramienta que sirve en muchas ocasiones, pero no en todas. Por ejemplo: me agobia el dinero y entonces, hago un control exhaustivo de mis gastos. En ese caso funciona, pero, sin embargo, la seguridad-control-miedo no es un pilar psicológico seguro cuando hay factores que no dependen de una misma.
Sí lo es apoyarse en la confianza. Confianza se refiere a sentir y pensar que, pase lo que pase, vamos a ser capaces de salir adelante. Si eres una persona a la que le gusta tenerlo todo bajo control, seguramente tengas dificultades para encontrar esa confianza. Un buen ejercicio para conseguirlo es pensar cuántas veces antes has vivido situaciones difíciles y qué hiviste para salir adelante. Es muy interesante escribir las respuestas en un cuaderno para hacerlo explícito. Tenemos más herramientas de las que pensamos, por eso podemos confiar. Frente a la incertidumbre, si nos apoyamos en la confianza, pensaremos que, pase lo que pase, saldremos adelante.
Ángela Pulido Flores. Psicóloga especializada en acompañamiento emocional.