Cómo mejorar nuestra inteligencia emocional

Si sabemos cómo mejorar nuestra inteligencia emocional, sabremos cómo mejorar nuestras relaciones interpersonales, ya sea en el ámbito personal o profesional. Del mismo modo, la inteligencia emocional puede ser determinante para nuestro bienestar.

¿Qué es la inteligencia emocional?

La inteligencia emocional es la capacidad para reconocer nuestras emociones, para gestionarlas, para motivarnos a nosotros y nosotras mismas, para empatizar con las demás personas y para relacionarnos socialmente de manera eficaz, por eso es importante aprender cómo mejorar nuestra inteligencia emocional.

¿Cómo puede ayudarnos invertir tiempo y esfuerzo en aprender a conocernos y a gestionar nuestras emociones? Trabajar con inteligencia emocional puede ayudarnos no sólo a propiciar un ambiente agradable, sino también con cuestiones más sensibles, como resolver conflictos o llevar a buen puerto una negociación.

Aprender a gestionar bien las emociones es una labor fundamental para conseguir estar a gusto en cualquier entorno y que las personas con las que compartimos ese entorno lo estén también. Un manejo inteligente de las emociones es fundamental para nuestro estado de ánimo y nuestra autoestima, pero también mejora nuestra motivación, rendimiento e interés, así como nuestras relaciones sociales y nuestra satisfacción personal.

Algunas claves para mejorar la inteligencia emocional

  • Ampliar nuestro vocabulario emocional. Ponerle el nombre adecuado a lo que sentimos nos ayuda tanto a comprendernos como a hacernos entender. Para ello puedes hacer tu propia lista de emociones, e ir ampliándola junto con tus experiencias.
  • Emplear un termómetro emocional que nos ayude a cuantificar la emoción. De esta forma podemos medir la emoción que estamos sintiendo. ¿Qué nivel de enfado tengo según mi baremo? ¿Tipo 3, tipo 8? Ponerle un número es muy útil para actuar en consecuencia.
  • Observar la reacción física de mi cuerpo ante cada emoción. La consecuencia de nuestra emoción puede ser que se acelere el pálpito del corazón, baile de la pierna, presión en el pecho o un dolor de estómago. Esos síntomas son señales que nos manda el cuerpo para que paremos, y nos tomemos un minuto para escucharle.
  • Conviene ir vaciando nuestro volcán emocional. La metáfora del volcán es muy útil para explicar cómo funcionan los estresores sobre nosotros y nosotras. Cada persona tiene en su interior un volcán que se va llenando de tensiones a lo largo del día: Un hijo que no quiere desayunar, llegar tarde a trabajar, un mail desagradable. Pueden ser las 10 de la mañana y que ese volcán esté llenísimo de tensión. Debemos vaciar ese lugar en el que almacenamos tensiones y estresores de manera voluntaria y consciente. Si no lo hacemos, el volcán explotará de manera incontrolada, en forma de gritos, por ejemplo.
  • Centrarnos en la respiración abdominal. Para hacerlo bien, podemos posar la mano sobre nuestro vientre y respirar de manera que esa mano se mueva. La respiración profunda se caracteriza por inhalar por la nariz y exhalar por la boca, usando el doble de tiempo en inhalar que en exhalar. También puede ayudar acompañar la respiración de una visualización, por ejemplo, de un globo rojo dentro de nuestro abdomen, que se hincha ocupando por completo el espacio abdominal. Cuando exhalamos, visualizamos cómo el aire sale lentamente por la boca del globo y se vacía.
  • Escribir lo que sentimos es otra herramienta que suele ayudar a una buena gestión de las emociones. El cerebro tiene un hemisferio izquierdo para analizar información de manera racional. El derecho se basa en sentir. Ahí van nuestros instintos, y la comunicación no verbal. Cuando estamos inmersas en una emoción muy intensa, domina el hemisferio derecho. Al escribir, obligamos al izquierdo a ponerse en marcha y esto nos ayuda a ver las cosas de manera objetiva o con más distancia.
  • No tomar decisiones importantes en el momento en el que vemos que nos arrastra una emoción fuerte. Por ejemplo, si tenemos una discusión fuerte con nuestra pareja, se nos puede pasar por la cabeza romper con la relación. Sin embargo, cuando nos calmamos, seguramente nos demos cuenta de que no era razón suficiente.
  • Por último, es muy importante recordar que no podemos cambiar las situaciones, pero sí elegir la mejor actitud para cada situación.
    Ángela Pulido Flores. Psicóloga especializada en acompañamiento emocional.
 

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