La empatía es una competencia emocional imprescindible para nuestro día a día. Nos conecta tanto con las emociones propias como con la de las personas que nos rodean. Sabemos que es importante pero, ¿sabemos cómo educarla? Para educar la empatía es imprescindible construir un entorno familiar basado en la afectividad y en el apego seguro.
Con esta capacidad, nuestras neuronas espejo se ponen en marcha para apaciguar de alguna manera las emociones desagradables que puede estar sintiendo otra persona. La empatía nos humaniza y nos reconoce como seres iguales.
Como valor, la empatía es necesaria viviendo en sociedad. Sin embargo, si el estrés de los desafíos del día a día nos impide muchas veces pararnos y atender nuestras propias emociones, resulta difícil pensar en los demás o tenerla en cuenta a la hora de la educación de nuestros hijos e hijas.
Las 4 fases de la madurez empática
La empatía se adquiere en edades muy tempranas. Es una capacidad que va evolucionando a lo largo de las etapas de maduración de una persona.
Durante el primer año de vida se desarrolla una empatía global, en la que ya se empieza a dar un ejercicio de imitación en los sentimientos percibidos en los otros. Por ejemplo, la imitación de la risa o el arranque de un bebé a llorar si escucha a otro bebé llorando.
Mas tarde, se da paso a una empatía egocéntrica. Esta fase dura desde que el bebé cumple el primer año hasta aproximadamente los dos. Aquí, la persona se comprende como una entidad única diferenciada del resto y es, por tanto, capaz de apaciguar las emociones de otra persona. Por ejemplo, si una criatura llora, la otra tiene la capacidad de ofrecer un juguete para tranquilizarlo.
La empatía tal y como la conocemos los adultos, puede aparecer hacia los dos o tres años de edad de una persona. En estas edades se empieza a comprender de manera más definida que cada persona tiene unas emociones y sentimientos diferentes. La persona empieza a comportarse de manera menos egocéntrica, y ya sabe identificar con claridad sus propias emociones respecto a las de los demás.
Sobre las últimas etapas de la niñez, se suele considerar que nos terminamos de construir como seres completamente empáticos. Ya no sólo entendemos los sentimientos de la otra persona en ese mismo momento, sino que incorporamos y tenemos en cuenta la situación de vida de los otros.
Empatía en el hogar
Es imprescindible construir en el entorno familiar un ambiente y una estructura basada en la afectividad y en el apego seguro. Una familia que es capaz de identificar y hablar sobre sus emociones, facilitará que sus hijos e hijas se conviertan en personas empáticas. Solemos tener la falsa creencia de que la empatía es una competencia que tiene que ser aprendida en la escuela, pero el lugar en el que adquirirla debería ser el hogar, a través de vínculos afectivos sólidos. La escuela debería ser un sitio donde reforzarla.
Consejos para educar la empatía
- Muestra interés por las necesidades de tu hijo o hija. Cuando las criaturas sienten que sus figuras de referencia se preocupan y dan valor a sus necesidades, entenderán la importancia de tener en cuenta las necesidades de los demás.
- Relaciónate con tu hijo/a validando sus emociones. Evita caer en generalidades sobre su estado emocional y trata sus pensamientos como únicos, independientes e importantes.
- Procura que el eje de vuestra comunicación lo marque el modelo de la comunicación asertiva. Necesitan ver que sus padres y madres utilizan un modo de hablar con los demás que tengan en cuenta las emociones de quienes están hablando.
- Utiliza los pequeños conflictos del día a día para enseñarle estilos de afrontamiento comprensivos con los demás. Evita utilizar la culpa para solucionar problemas y explica los diferentes puntos de vista de cada persona en tal conflicto.
- Da importancia a su comunicación no verbal. Hazle ver cómo puede repercutir y hacer sentir a otra persona ciertos gestos o actitudes que se manifiestan en cómo nos comunicamos con nuestro cuerpo. Que ellos tomen conciencia de que no únicamente nos relacionamos a través de la palabra.
- Ampliad vuestro vocabulario emocional. Identificar emociones tanto internas como de otras personas es esencial, pero en ocasiones nuestro vocabulario emocional no es muy rico. Para aprender, podemos utilizar herramientas como la rueda de las emociones de Plutchik.
- Juega a identificar emociones. Trabajar lúdicamente las emociones a través del juego puede ser positivo para los más pequeños intentando, por ejemplo, adivinar las emociones que sienten las personas que aparecen en televisión, o por la calle, por ejemplo.