Adolescencia y tristeza

El hecho de que la adolescencia sea una etapa de conflicto interior por la que, evidentemente, todas las personas adultas hemos pasado, no debe hacernos ignorar o restar importancia a la tristeza que experimentan nuestros hijos e hijas. Por eso nos parece importante preguntarnos, cuando hablamos de la adolescencia: ¿hemos normalizado su tristeza?

La adolescencia es una fase de búsqueda de autoafirmación. Es el momento en el que se forma el «yo». Esto supone cierto distanciamiento con la familia, con la que han mantenido una cotidianeidad estrecha hasta ahora. A partir de este momento se precisa de mayor autonomía, de independencia intelectual y emocional.

Es cierto también que en la etapa de la adolescencia hay muchísima inestabilidad emocional, pero no debemos normalizar que estén tristes. Un estado de tristeza muy intenso, o mantenido en el tiempo debe ser motivo de preocupación, y es razón suficiente para acudir a terapia.

Esas dos variables, la de intensidad y la de duración, son las que nos pueden dar las claves para evaluar si se trata de una circunstancia propia de la adolescencia o si la tristeza es síntoma de algo más profundo.

No es la edad del pavo

Cuando contestan mal, no se comunican o parecen tristes, entre las personas adultas es muy típico el argumento de que se trata de «la edad del pavo», o de «la tontería de la adolescencia». Sin embargo, es importante atajar esa desvalorización del estado de ánimo en la adolescencia. Tiene sentido acompañar al adolescente a reconocer e identificar aquello que le hace estar triste para lograr sentirse estable a nivel emocional. Ordenar esa inestabilidad de pensamiento, sentimiento y conducta también es posible, y conviene intentar trabajar en ese sentido.

Además de estar pendientes de la intensidad y duración de las etapas de tristeza, así como de los cambios bruscos de humor, hay otra serie de hábitos cotidianos que suelen mejorar el estado de ánimo y la salud mental. Fomentar actividades cooperativas, preferiblemente al aire libre, proteger su higiene del sueño, respetar los horarios, o proveer una alimentación saludable son cuestiones a las que conviene que padres y madres dediquemos esfuerzos, ya que contribuyen a la estabilidad emocional, especialmente en la etapa adolescente.

Si la tristeza es muy intensa o se prolonga en el tiempo, puede que se trate de una depresión. En ese caso, y aunque los hábitos que mencionábamos anteriormente siguen siendo importantes, la ayuda de una persona especializada suele ser indispensable.

Julio Escudero Villegas. Psicólogo general sanitario, experto en adolescencia y juventud.

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