La gran mentira: las personas nunca cambian

Es habitual escuchar que la gente no cambia. Sin embargo, la psicología ha comprobado que esta afirmación es una gran mentira. En textos anteriores explicábamos que uno de los ejercicios más importantes para cuidar nuestra autoestima es evitar decir cosas como “yo soy así”, porque hacer esa afirmación es pensar que no podemos mejorar. No es cierta, es incapacitante, limitante y mina nuestra autoestima. La realidad es que tenemos toda la vida para mejorar.

Cuando hablamos de realizar un cambio a nivel psicológico nos referimos a relacionarmos con la misma situación, persona, circunstancia, pensamiento o emoción… desde otro lugar. Para cambiar de lugar y enfocar las cosas con otra perspectiva hay varios factores que debemos tener en cuenta.

  1. La motivación del cambio: ¿De quién parte la idea de realizar el cambio?

Cambiar implica generalizar una «manera nueva de comportamiento» a todos los ambientes en los que nos relacionamos: la familia, el trabajo, la pareja, las amistades… Por eso es importante que la motivación parta de nosotros y nosotras mismas.

Si la motivacion de cambio es externa ese cambio será más dificil y, si además proviene sólo de uno de los entornos en los que me relaciono, seguramente ese cambio no se generalizará.

Por ejemplo: Puede que yo quiera que mi pareja cambie algún rasgo de su personalidad que me disgusta, pero a lo mejor ese rasgo no supone ningún problema para ella, y solamente es un problema para mí. Ese punto de partida no sería el que más facilitara el cambio. Mi pareja no cambiaría ese aspecto porque supusiera una prioridad para ella, sino que se vería obligada a cambiar sólo para complacer mis motivaciones.

2) El tiempo: ¿llevamos mucho tiempo realizando esa conducta que queremos cambiar?

Cuanto menos tiempo lleve la conducta con la persona, menos costará el cambio.

3) La importancia del cambio: ¿Es un cambio grande?

Es un cambio grande cuando lleva asociado todo un sistema de creencias, pensamientos arraigados y emociones que subyacen a la conducta. Podríamos poner por ejemplo una persona muy introvertida que quiera ser más extrovertida o alguien con una fobia concreta a las arañas. Cuanto más concreto sea el cambio que queremos conseguir, más fácil será conseguirlo.

4) La coherencia: Las personas disponemos de diferentes sistemas que sirven para relacionarnos con el mundo que nos rodea: un sistema de pensamientos, un sistema emocional, la posibilidad de comportarnos de diferentes maneras, nuestros valores y la manera que tenemos de relacionarnos con uno mismo y los demás a través de la comunicación. Estos 5 sistemas suelen bailar juntos en lo que llamamos coherencia.

Así, pensar de una manera determinada, nos lleva a sentir una emoción concreta y normalmente, a una conducta en coherencia con nuestro pensamiento y nuestra emocion. Por ejemplo, si hay un compañero de trabajo al que valoramos mucho y nos hace sentir bien, seguramente le buscaré para tomarme el café de la mañana, y me comunicaré desde el afecto con él.

Teniendo en cuenta la coherencia, podemos entender que las conductas no son hechos aislados, sino que se relacionan de manera directa con un pensamieto y/o emoción. Cabría pensar que para provocar cambios que de verdad fueran permanentes y generalizables, tendríamos que tener en cuenta a los pensamientos, las emociones o los valores que hay detrás de la conducta.

5) La consciencia: También podríamos hablar de lo consciente o no que sea la persona sobre ese «comportamiento» que queramos cambiar. Y aquí encontraríamos dos caras de una misma moneda, que tienen que darse para el cambio: Ser consciente de que hay un rasgo/conducta que quiero cambiar, y ponerme en movimiento, en acción, para el cambio.

De hecho, no me serviría de nada ser consciente de que hay algo concreto que me gustaría cambiar, si nunca me movilizo para intentar cambiarlo. ¿Te han dicho alguna vez esa frase de «si yo ya soy consciente de que hago esto mal… pero es que YO SOY ASÍ»? Pues, como decíamos al principio, decir este tipo de cosas es dar por hecho que no hay margen de mejora, nos limita, nos incapacita y afecta negativamente a nuestra autoestima.

Tenemos toda la vida para hacer cambios, ya sean grandes, pequeños, temporales, o permanentes. Hay que querer, hay que atreverse y, a veces, hay que pedir ayuda pero todas las personas podemos cambiar los aspectos que no nos gustan de nosotras mismas.

Post publicado por:

Ángela Pulido Flores

Psicóloga especializada en psicología infantil y personas adultas. Atención temprana y disciplina positiva.


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