Alcanzar la perfección es una quimera

El perfeccionismo no es exactamente hacer las cosas con dedicación, minuciosidad y cuidando los detalles, ni tampoco querer mejorar o querer dirigirse hacia la perfección. El perfeccionismo (patológico) consiste en la creencia de que se puede y se debe alcanzar la perfección. Supone la convicción de que cualquier cosa por debajo de un ideal de perfección es inaceptable. Esto es distinto de querer hacer las cosas bien y si fuera posible incluso perfecto.

Detrás del perfeccionismo hay una exigencia irracional como la que hemos explicado (“se puede y se debe alcanzar la perfección”); y un sesgo cognitivo, un patrón de pensamiento dicotómico: pensar que o lo hago perfecto o lo que haga no vale nada. Desde esta lógica sólo hay dos opciones: la perfección o el fracaso. Es como si entendiéramos que en un examen, o sacamos un 10 o todo lo esté por debajo es un suspenso.

Sabemos que el perfeccionismo entendido así es uno de los rasgos de personalidad que más correlaciona con la ansiedad. Y por consiguiente una fuente de malestar que puede disminuir nuestras capacidades y nuestra productividad, debilitar nuestra autoestima, limitar nuestras posibilidades de disfrutar de la vida.

El perfeccionismo también nos debilita porque cuando considero que la única forma válida de hacer las cosas es hacerlas perfectas, esta idea se convierte en un motivo para no hacerlas. El perfeccionismo está en la base de la procrastinación. Recordemos la famosa cita de Voltaire: lo mejor es enemigo de lo bueno. Cuando tengo que emprender un proyecto o iniciar una tarea ardua, mantenida en el tiempo, o compleja es fácil fantasear con la idea de hacerla muy bien o de manera extraordinaria, con muy buen resultado y con pocos contratiempos, dificultades o escollos en el camino. Cuando dibujo en mi cabeza ese canon, aparecen tanto la posibilidad de no conseguirlo, como el tiempo y el esfuerzo que le voy a tener que dedicar y al final es fácil acabar postergando la tarea.

La procrastinación la vencemos planteándonos objetivos más asequibles, dividiendo nuestra empresa en acciones o tareas pequeñas ante las que no haya excusa para comenzarlas y empezando por algo fácil o agradable. Ya sabéis: comenzar es la mitad.

Por otro lado, tenemos el inconveniente contrario a la procrastinación. Decíamos al principio que el perfeccionismo no es exactamente hacer las cosas con dedicación, minuciosidad y cuidando los detalles. Pero cuando llevamos este comportamiento al extremo también podemos correr el riesgo de dedicar más tiempo del razonable a hacer una determinada cosa, abandonando otras tareas que son igual de importantes o más, algo que nos puede llevar incluso a generar problemas en el trabajo o en nuestras relaciones.

Otro inconveniente relacionado con el perfeccionismo es la “parálisis por análisis”. Es el fenómeno que ocurre cuando queremos tomar la mejor decisión posible y no terminamos de tomarla o de llevar a cabo una acción porque dedicamos mucho tiempo a analizar el problema y a contemplar todas las opciones posibles, los pros, los contras, el qué pasaría sí. Esto puede ocurrir con cosas pequeñas, como elegir un plato de la carta de un restaurante, o cuando con decisiones de mayor calado. 

La parálisis por análisis se puede superar reduciendo el número de posibilidades de elección, eligiendo la primera opción suficientemente razonable, o pidiendo ayuda o consejo. Otra fórmula es darse un plazo para tomar la decisión y, cumplido el plazo, elegir la opción más razonable en ese momento.

La solución al perfeccionismo, por supuesto, no es hacer las cosas mal; ni dejar de querer hacer las cosas lo mejor posible. Es bueno aspirar a hacer las cosas bien. La solución pasa por saber que la perfección pocas veces se alcanza. O, si nos ponemos estrictos, ninguna. Lo que hacemos prácticamente siempre  “podría haber estado un poquito mejor”. Por tanto, la solución pasa por aceptar la idea de que obtener un resultado razonablemente bueno ya puede funcionar; y ya nos hace suficientemente válidos.

Dicho de otra manera, huir del perfeccionismo no significa dejar de buscar la excelencia. Hacer las cosas bien, lo mejor que podamos, es recomendable y satisfactorio. Sin embargo, para evaluar el resultado de nuestro trabajo debemos tener en cuenta no sólo nuestras capacidades sino también condicionantes externos como los plazos, las herramientas, las pautas o los recursos de los que disponemos o se nos dan. Es decir, podemos aspirar a la perfección pero lo importante es esforzarnos y obtener el mejor resultado dentro de lo posible. Aunque no salga «perfecto» lo estaremos haciendo bien. Es importante ser capaces de darle valor tanto al resultado como al esfuerzo y al propio hecho de llevar a cabo nuestros propósitos. Hacer lo que nos proponemos es más importante que hacerlo perfecto.

Es bueno también tener una buena filosofía del error. Saber que el error es el único camino posible para encontrar una solución o conseguir el resultado que queremos. La bombilla es un invento de mil errores dijo Thomas Edison. El perfeccionismo funciona mejor en entornos simples o con acciones sencillas y rutinarias pero es un inconveniente grave con los entornos complejos como son aquellas tareas o proyectos creativos o que no son totalmente previsibles y en los que hay muchos factores que no controlamos y en los que, por lo tanto, el error es parte del proceso. Es importante también recordar que los errores no son para fustigarnos, aunque equivocarnos no nos haga sentir bien, sino que lo mejor que podemos sacar de los errores es aprendizaje. 

También es adecuado no basar nuestra autoestima en nuestros logros, o no sólo en nuestros logros. Es sano practicar la aceptación incondicional: Aceptarnos con nuestras virtudes y defectos, con lo que nos gusta más y con lo que nos gusta menos. Recordando que no somos sólo nuestro talento, ni nuestros resultados. Somos también nuestro esfuerzo, nuestro interés por las otras personas, nuestro amor por el conocimiento y el aprendizaje, y nuestra motivación por vivir una vida plena.

Post publicado por:

Diego Delgado Agüera

Psicólogo Sanitario especializado en Salud Laboral, Ansiedad, Estrés y Habilidades de Comunicación