Cómo mejorar nuestra autoestima

Tener una baja autoestima no es tener un trastorno de salud mental, pero nos puede hacer sufrir. Por contra, tener una sana autoestima nos ayudará en nuestro desarrollo personal. La autoestima es la valoración que cada persona hace de sí misma, y depende tanto del contexto como del entorno. Para comprender cómo funciona, debemos aclarar primero lo que significa el autoconcepto.

El autoconcepto es el conjunto de ideas que tenemos sobre nosotros y nosotras mismas, cómo nos vemos, en función de nuestras características personales, físicas y afectivas. Aquellas cosas que creemos que nos definen. Este autoconcepto suele ser bastante estable, puede variar, pero suele hacerlo de manera lenta y progresiva. El autoconcepto es esa idea que tenemos de cómo somos, y que, además, está siempre presente.

La autoestima es la valoración que hacemos del autoconcepto, que puede ser buena, mala, regular… Esa valoración depende de muchos factores: de nuestras creencias, de nuestro aprendizaje, de nuestra historia familiar, de nuestro contexto, de nuestras experiencias… La autoestima es cómo sentimos que las demás personas nos valoran, nos quieren y nos aceptan, y cómo nosotros y nosotras mismas nos valoramos, nos queremos y nos aceptamos.

¿Cómo se forma la autoestima?

El ser humano es muy complejo. No hay soluciones que sirvan para todas las personas, pero sí tenemos fases que son esenciales para el desarrollo de nuestra autoestima.

La infancia es clave porque es la época en la que descubrimos que hay gente que nos acepta y gente que nos rechaza. Todas las personas vivimos esto de alguna manera. Cómo lo aprendamos, va a tener una influencia en el desarrollo de nuestra autoestima.

La adolescencia, por su parte, es la fase en la que empezamos a forjar una idea muy clara de nosotros y nosotras mismas, de nuestra indentidad, que está muy ligada al concepto que creemos que otras personas tienen de nosotros. Por eso en esta época el grupo social es tan importante. El apoyo social en esta fase es esencial, y su ausencia puede dificultar entormemente la confianza de una persona en sí misma y, por tanto, dañar la autoestima.

En la edad adulta nos encontraremos también con momentos cruciales, ya que vamos a atravesar crisis, como puede ser un despido o una separación, en los cuales nos cuestionaremos cómo somos, y cuestionaremos nuestro autoconcepto. Por eso, el primer paso para mejorar nuestra autoestima es revisar nuestras experiencias tempranas: repasar esos momentos de aceptación y rechazo que hemos tenido a lo largo de la vida y comprenderlos, para saber si han tenido una influencia excesiva o inadecuada en nuestro nivel de autoestima.

Todas las personas, sin excepción, tienen aspectos de sí mismas que les generan inseguridad o que no les gustan. Esto es normal e inevitable. El problema existe cuando lo que no nos gusta es algo generalizado y que está empezando a afectar a varios aspectos de nuestra vida. Si sentimos que no tenemos talento, si nos culpamos por cada error, si nos juzgamos duramente, entonces hablaremos de baja autoestima. Una persona con baja autoestima tiene poca seguridad en sí misma, dificultad para tomar decisiones o afrontar nuevos retos, y necesita la aprobación de las demás personas.

¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra autoestima?

Dejar de decir «Yo soy así». Hacer esa afirmación es pensar que no podemos mejorar. No es cierta, es incapacitante, limitante y mina nuestra autoestima. Debemos tener en cuenta que la baja autoestima es una respuesta de nuestro sistema emocional para avisarnos de que, quizás, hay algún aspecto que podríamos mejorar. Pensar «yo soy así» es limitarnos, negarnos la capacidad de mejora. No debemos perder de vista que la baja autoestima no tiene por qué acompañarnos para siempre: tenemos toda la vida para mejorar, desarrollar y fortalecer nuestra autoestima.

Trabajar y esforzarnos activamente en cuidar nuestra autoestima merece la pena, puesto que las personas con sana autoestima son más seguras de sí mismas, expresan su opinión y tienen mejor gestión de sus emociones, son más participativas y sociables y tienen facilidad para asumir nuevos retos. Colaboran con las demás personas y preguntan aquello que desconocen, porque no tienen miedo a ser juzgados individamente.

Cuando nos vemos como personas valiosas, tendemos a valorar mejor también al resto, lo cual, por supuesto, afecta positivamente a la manera en que nos relacionamos. Se trata de cuidarse a uno y una misma y a las demás personas. Se trata de mirarnos de una manera más realista. Se trata de admirar nuestras virtudes y aceptar nuestros defectos, pero siempre reconociendo aquellos aspectos de nuestra vida en los que podemos mejorar.

Post publicado por:

Gabriel Moral Marcos

Psicólogo sanitario especializado en inteligencia emocional y psicología positiva