La ansiedad ha existido y existirá en todas las culturas y civilizaciones. Es algo natural y, aunque la vivamos de una manera desagradable, tiene una función fundamental: adaptarnos a un posible peligro del entorno, o a situaciones que requieren una activación del sistema nervioso.
Todas las emociones, aunque nos parezcan desagradables, tienen una función.
Debemos diferenciar la ansiedad adaptativa de la desadaptativa. La ansiedad adaptativa nos ayuda a salvar una situación complicada, aceptamos que venga y no le damos más importancia: no centramos demasiada atención en esas sensaciones desagradables que implican la ansiedad. Esto, igual que el color rojo de la sangre, es una manera que tiene nuestro cuerpo de mandarnos una señal de alerta para que activemos los recursos necesarios para resolver una determinada situación. Si hemos sobrevivido como especie es, precisamente, gracias a mecanismos como la ansiedad.
Sin embargo, muchas veces la ansiedad nos supera. Hablamos de ansiedad desadaptativa cuando la sensación es tan desagradable que huimos de las situaciones que la producen, cuando ya no podemos desarrollar con normalidad ciertas actividades de la vida diaria. En esos casos, la ansiedad se ha convertido en un problema, pero es un problema con solución.
No debemos olvidar que la ansiedad funciona en forma de curva vertical: puede subir, pero después de llegar al pico, baja. La ansiedad siempre baja, aunque haya momentos en los que sintamos que va a durar para siempre.
¿Cómo debemos abordar la ansiedad?
En los casos en los que perdure mucho en el tiempo y nos provoque sufrimiento, lo recomendable es recurrir a la ayuda de un profesional que nos guíe en el proceso de recuperación, y que nos dé las pautas necesarias para afrontar situaciones de ansiedad en un futuro. En todo caso, podemos destacar tres claves que debemos tener en cuenta para gestionar la ansiedad de manera adecuada:
- La aceptación de la ansiedad: comprender que es una emoción natural, que no nos convierte en débiles ni nos resta habilidades sino todo lo contrario: tiene una función de adaptación al medio que es imprescindible para la vida.
- El afrontamiento de la ansiedad: debemos enfrentarnos a las situaciones que nos generan ansiedad, porque evitarlas normalmente incrementan el grado de ansiedad y nos limita cada vez más. Debemos afrontar gradualmente, poco a poco, esas situaciones que nos generan ansiedad. Puede ser la fase más complicada, en la que el acompañamiento es fundamental.
- La regulación de la ansiedad a través de actividades que nos resulten agradables, porque nos ayudan a generar endorfinas, que son las llamadas «hormonas de la felicidad». El deporte, el autocuidado, la compañía agradable, la risa o la naturaleza son aliadas indispensables para moderar nuestra ansiedad.
Post publicado por:
Pilar Martínez Crespo
Psicóloga especializada en ansiedad, fobias y estado de ánimo de personas adultas.