Que las cosas cambian radicalmente cuando llega un bebé a la familia es algo que todo el mundo sabe. Lo que no solemos tener tan claro es hasta qué punto los pequeños detalles pueden favorecer el equilibrio de las relaciones entre los distintos miembros de la nueva familia. La teoría de la Triangulación familiar nos ayuda a situarnos en una dinámica familiar adecuada para cubrir de manera óptima las necesidades emocionales de nuestros hijos e hijas.
Cada etapa de crecimiento conlleva un aprendizaje concreto. Conocer esas fases de aprendizaje de nuestros hijos e hijas puede ayudarnos en la toma de decisiones durante la crianza y a generar un ambiente de equilibrio que les proporcione seguridad.
Primera etapa: de 0 a 6 meses
Al nacer, el bebé no es consciente de que es una persona independiente, sino que siente que su madre y él, son el mismo ser. En esta fase, la pareja -o una persona de referencia, que no tiene porqué ser necesariamente la pareja- juega un papel fundamental, de sosten físico y emocional de la madre, ya que el cansancio post parto, los cambios hormonales, la disminución de las horas de sueño, la lactancia, pasan factura al bienestar emocional de la maternidad recién estrenada.
En esta fase podemos jugar a dinámicas como «Cucú – Trastrás» y veremos cómo, sólo con escondernos detrás de nuestras propias manos hacemos pensar al bebé que no estamos. Para los bebés, en esta fase, lo que no ven, no existe.
Segunda etapa: 7 a 10 meses
Cuando el bebé se empieza a mover, reptando, gateando, se aleja de su madre. Y toma conciencia de su individualidad, porque al ver a su madre desde lejos, comprueba que no puede ser la misma persona que él mismo.
En esta fase los juegos como el que mencionábamos anteriormente son muy útiles, ya que les ayudarán después a tomar conciencia de que hay cosas -y personas- que existen aunque no les veamos, y les proporcionarán seguridad. Si al jugar con nuestros hijos e hijas, vemos que son capaces de levantar el pañuelo que esconde un objeto, o que pueden destapar una caja en la que previamente hemos escondido el objeto con el que estábamos jugando, podremos decir, que han alcanzado el hito de “la permanencia del objeto“, un hito de desarrollo que debe darse en esta edad para asegurarnos de que va alcanzando un nivel de desarrollo cognitivo óptimo.
Tercera etapa: de 9 a 14 meses
El bebé ya es consciente de que las personas (y los objetos) siguen existiendo aunque no pueda verlos, y eso trae consigo el segundo hito a nivel de desarrollo cognitivo que se da en estas edades, “la ansiedad por separación“: Si mis cuidadores de referencia y yo no somos la misma persona, no quiero separarme de ellos por el miedo de no volver a verlos. Por eso solemos decir que estos meses del bebé son los más complicados para meter a los niños en una escuela infantil, ya que les crea mucha angustia separarse de sus cuidadores de referencia.
Muy ligado al hito de la ansiedad por separación está el miedo a los desconocidos. Este es también un miedo evolutivo, que se tiene que dar a lo largo del desarrollo cognitivo.
¿Qué podemos hacer para lograr una triangulación familiar adecuada?
En la primera fase es muy importante la forma en la que las personas de referencia, especialmente la madre, manifiesten sus emociones hacia las interacciones del bebé con su medio. La mirada de la madre cuando el bebé empieza a gatear por la casa e intenta ponerse de pie es un buen ejemplo. ¿Cómo está la madre? ¿Se angustia por si el bebé puede hacerse daño? o, por el contrario, ¿se muestra segura y alienta al bebé a que se mueva?
Las personas somos capaces de percibir las emociones de los demás desde bien pequeños. De hecho, venimos al mundo dotados de las “neuronas espejo“, que son los mecanismos naturales que tenemos para percibir las emociones de los demás.
Así, a través de estas neuronas espejo, los bebés interpretan de su madre (o cuidador principal) que el mundo es un lugar seguro a través del cual pueden moverse con seguridad o por el contrario, perciben el mundo como un lugar en el cual tienen que tener cuidado.
Esto ocurre también con el resto de las personas. Si quien supone el primer pilar emocional del bebé hace comentarios negativos sobre su otro pilar, del tipo «no me puedo creer que a tu padre se le haya olvidado tu chaqueta», por ejemplo, la criatura interpretará que ese segundo pilar no es una persona de la que se pueda fiar. Debemos ser cuidadosos con los comentarios, porque en esta fase se forjan las llamadas relaciones vehiculares, que en un futuro marcarán los modelos relacionales de nuestros hijos e hijas.
A partir del año empezarán a relacionarse con el mundo y adoptarán una posición determinada con respecto a sus personas de referencia. Una triangulación bien hecha sería aquella en la que ambos progenitores se muestran al mismo nivel, formando un equipo con respecto al niño, que está en otro.
Cuando hablamos de triangulación nos referimos a que el niño ya no depende de un único progenitor sino que ambos, han adquirido el rol de “cuidadores principales“ y el niño o niña se siente seguro con cualquiera de los dos. Este tipo de relaciones familiares son muy beneficionas para el menor, ya que si se dieran circunstancias en las cuales el cuidador de referencia no pudiera hacerse cargo del pequeño, por enfermedad, por cuidado de un familiar o trabajo, el menor, seguiría sintiéndose protegido al lado del segundo cuidador.
Los niños/as de estas edades podrán así explorar el mundo con la seguridad de que sus personas de referencia están pendientes de ellos, garantizando su seguridad.
Post publicado por:
Ángela Pulido Flores
Psicóloga especializada en atención infanto juvenil