¿Para qué sirve el enfado?

El enfado sirve para alertarnos de que se está cometiendo una injusticia. Algo que está pasando nos incomoda o nos fastidia, o bien se están traspasando nuestros límites en alguna situación concreta. El enfado es la emoción que nos impulsará a marcar esos limites, a reafirmarnos y a poder identificar y expresar nuestras necesidades con más fuerza.

Hay personas que se pasan todo el día enfadadas o que se enfadan mucho y lo expresan poco o nada, hasta que, en momentos puntuales, estallan. La mejor opción para estas personas sería enfadarse menos, seleccionando las situaciones que de verdad lo merezcan, y enfadarse mejor, es decir, expresándolo en cada situación concreta que produzca esta emoción.

El enfado puede ser útil y adaptativo, pero para ello tenemos que saber cómo dirigirlo a la persona adecuada. Es importante vigilar que no se esté trasladando el enfado a otras personas, a otros ámbitos de nuestra vida o incluso contra nosotros o nosotras mismas.

El enfado también sirve de motor

El enfado, por otra parte, es un tipo de emoción movilizadora, ya que activa fisiológicamente al cuerpo. Esa activación puede servirnos incluso para cumplir un objetivo físico. En términos evolutivos, el enfado nos ha servido para preparar nuestro cuerpo y mente ante un conflicto o pelea. Gracias a él, nuestro cuerpo se predispone a una explosión de fuerza. Hoy en día, esta movilización fisiológica se utiliza sobre todo en el deporte, donde diversos estudios han explicado la influencia de esta emoción en el rendimiento de algunas tareas de fuerza.

A su vez, la ira, como estallido de enfado, también puede desencadenar una mayor creatividad. Por ejemplo, en las lluvias de ideas, las personas enfadadas tienden a descubrir soluciones más originales y variadas.

En función de cómo expreses tu enfado, esta emoción puede resultar desagradable para ti y para las personas a tu alrededor. De ahí la importancia de gestionarla adecuadamente. Debemos recordar que el enfado es útil siempre y cuando se exterioriza, es decir, siempre y cuando se utiliza esa tensión para influir sobre el entorno.

El enfado es otra de esas emociones desagradables, como el miedo o la tristeza, que no nos gusta experimentar. Sin embargo, es muy importante recordar que no debemos reprimir este tipo de emociones, porque nos están mandando un mensaje importante para nuestro bienestar. Conviene escucharlas, pararse a pensar, y actuar en consecuencia.

Julio Escudero Villegas. Psicólogo general sanitario, experto en adolescencia y juventud.