Cómo evitar la procrastinación

La procrastinación es uno de los fenómenos que dificultan la consecución de nuestros objetivos. Es, de hecho, uno de los mayores ladrones de tiempo. La procrastinación, que consiste en retrasar las tareas que tenemos pendientes, se produce más a menudo de lo que parece, y tiene unas causas relativamente concretas, pero habitualmente, lejos de ponerle remedio, tendemos a sentirnos culpables por no haber cumplido con nuestros objetivos, esa culpabilidad nos bloquea y entramos en un círculo vicioso bastante desagradable.

En anteriores entradas hemos hablado sobre el perfeccionismo y el hecho de que está en la base de la procrastinación. Por supuesto, la búsqueda del perfeccionismo no es la única causa de la procrastinación, pero sí es una de ellas. La razón es que, cuando tenemos que emprender un proyecto o iniciar una tarea compleja, y dibujamos la idea de hacerla de manera extraordinaria, con muy buen resultado y con contratiempos, aparecen tanto la posibilidad de no conseguirlo, como el tiempo y el esfuerzo que le vamos a tener que dedicar, y al final es fácil acabar postergando la tarea.

Atravesar periodos de estrés puede ser otra causa de la procrastinación. Cuando pasamos un periodo con alta carga de trabajo, con más incertidumbre de la habitual, y acumulamos cansancio, aumenta la probabilidad de evitar tareas importantes o complejas.

Por supuesto, otra de las grandes causas de la procrastinación es el aburrimiento. Cuando llevamos años haciendo el mismo tipo de trabajo, tenemos la sensación de aborrecimiento. Un mismo trabajo puede resultar estimulante durante un tiempo pero aburrirnos más tarde, y que la idea de afrontarlo nos provoque pereza. Buscar nuevos retos o identificar aquella parte de nuestro trabajo que sigue siendo estimulante, son buenos recursos para afrontar este efecto. En este sentido, y ya desde el punto de vista de quienes ocupan una posición de liderazgo, es muy importante mantener la motivación de las personas que conforman los equipos.

Cuando no nos dan fecha de entrega, o nos la dan pero no es inmediata, podemos tender también a procrastinar. Si algo no es urgente, aunque sea importante, e incluso tengamos tiempo, solemos aplazarlo y sustituirlo por tareas de menor importancia.

Tras la realización de una tarea compleja surge motivación, pero si tenemos que enlazar varias tareas complejas y no nos ponemos de manera rápida con el nuevo proyecto, también puede surgir pereza de iniciar una nueva tarea compleja. Por supuesto, la dificultad de la tarea también influye: las más arduas o complejas son en muchos casos las que se tiende a postergar.

Para vencer a la procrastinación debemos plantearnos objetivos asequibles, dividir nuestras tareas en acciones pequeñas, y empezar por la parte fácil y agradable, de manera que no nos cueste ponernos a resolverlas. Como si fuera una rampa de lanzamiento que nos permite “calentar motores” para funcionar mejor con las partes más complejas.

Además, si dividimos las grandes tareas en otras más pequeñas que te permitan obtener objetivos a corto plazo, podemos también establecer una lista con esas subtareas y no desecharlas una vez cumplidas, sino dedicar un pequeño tiempo a observar esa lista de cosas que sí hemos hecho, porque aumentará nuestra autoestima.

Post publicado por:

Gabriel Moral Marcos

Psicólogo sanitario especializado en habilidades de regulación de emociones, inteligencia emocional y psicología positiva.