Cuando llegan estas fechas, junto a los anuncios de coleccionables, los informativos completan su guión con reportajes sobre los efectos psicológicos sobre la vuelta al trabajo después de las vacaciones. En la mayoría de los casos, por no decir en todos, se centran en las emociones “negativas” o desagradables que esta vuelta nos provoca englobándolas dentro de una etiqueta: “el síndrome postvacacional”. Es cierto que podemos sentir y sentimos a veces ansiedad, pereza, rechazo o resistencia a volver a una rutina de horarios menos flexibles, mayor responsabilidad y esfuerzo, y menos autonomía. Emociones propias de la situación y que no podemos rechazar, comprensibles si tenemos en cuenta estos cambios y las reacciones naturales que nuestro organismo manifiesta en procesos de adaptación a nuevas realidades. Emociones que pueden explicarse en los casos más intensos por volver no sólo a una realidad de mayor esfuerzo y responsabilidad sino también a un trabajo que no nos gusta demasiado, en el que no me tratan bien o que hago casi en exclusividad porque tengo que ganarme las lentejas.
Sin embargo, el abanico emocional que podemos sentir es mucho más amplio y tampoco lo podemos rechazar ni conviene ocultarlo. Junto a la pereza o la resistencia también podemos sentir ilusión o alivio. Ilusión por los nuevos proyectos que puedo emprender, por las ideas que quiero poner en práctica, por evolucionar o por hacer mejor mi trabajo; también, en ocasiones, alivio por volver a una rutina más estructurada o por la saturación que provocan las tareas de cuidado que pueden implicar las vacaciones.
Además, este año, por la situación de pandemia concurren circunstancias excepcionales. La incertidumbre sobre nuestro futuro inmediato, sobre cómo será nuestra vida y nuestro trabajo en los próximos meses se convierte en una variable de peso significativo en la ecuación de cómo nos vamos a sentir volviendo al trabajo. Muchas personas se han quedado sin trabajo o con menos opciones de encontrar uno, el de otras está en riesgo o no sabemos cómo nos afectará esta crisis en los próximos meses.
¿Qué podemos hacer, como empresa, para facilitar la vuelta al trabajo de nuestros empleados?
La incertidumbre y los cambios de rutinas que acompañan a este septiembre pueden agudizar las preocupaciones de las personas que se incorporan al trabajo, tanto si pueden hacerlo desde sus casas como si no. Esa preocupación, sumada a otros factores, puede derivar en ansiedad. Desde el punto de vista de la gestión de los Recursos Humanos, hay muchas iniciativas que se pueden poner en marcha, y que en general están atravesadas por una premisa fundamental: las circunstancias excepcionales que vivimos a nivel global tienen consecuencias en las personas con las que trabajamos, por eso, la comprensión, la conciliación y la comunicación fluida son más importantes que nunca.
Explicar razonadamente las medidas de protección y prevención que se hayan diseñado, y abrir la puerta a escuchar e implementar sugerencias de los trabajadores y trabajadoras puede ser muy útil para facilitar la reincorporación presencial y garantizar la salud tanto física como mental. Reuniones por departamentos, guías explicativas o carteles en las instalaciones para recordar los nuevos hábitos, son medidas efectivas y fáciles de implementar.
En el caso de las personas que puedan teletrabajar, es muy importante que como responsables respetemos sus horarios laborales, para garantizar su desconexión. Sin descanso, la salud se resiente y la productividad disminuye.
En estos momentos tan complejos, es importante también transmitir tranquilidad a las personas que trabajan para nosotros, flexibilizar sus horarios para permitir la conciliación de la vida personal y laboral, y recordarles que existe una vía de comunicación permanente para compatibilizar los intereses de la empresa con las necesidades de las personas que trabajan en ella.
En estas circunstancias es momento de confiar en la capacidad de resiliencia del ser humano, en la capacidad para superarnos en momentos difíciles y de hacer lo mejor dentro de lo posible ante las adversidades; en la inteligencia colectiva que nos ha ayudado a sobrevivir como especie y a encontrar soluciones a amenazas de gran magnitud. Es momento de saber que lo estamos haciendo bien si nos implicamos y hacemos todo lo que está en nuestra mano para superar este reto.
Post publicado por:
Diego Delgado Agüera
Psicólogo | Responsable del Área de Psicología y Empresa