Claves para proteger a las criaturas del clima social

Nos pasó con la pandemia del Covid19 y sin terminar de salir de ella caemos de bruces en un escenario bélico que perpetúa nuestra sensación de inseguridad, nuestros miedos y nuestra incertidumbre. La salud mental de las personas adultas se ve indudablemente afectada por este tipo de cuestiones, pero no podemos olvidar que las cabecitas de los niños y niñas no son impermeables a la información ni al ambiente social.

¿Qué podemos hacer para que sufran lo menos posible?

Proteger a los niños en entido amplio: evitar el acceso a noticias, programas, videos o imágenes que muestran a personas muertas, heridas o sufriendo. Esto no significa que tengamos que fabricarles una burbuja en la que vivir. Significa que, aunque sepan que la guerra existe, no es necesario que vean imágenes de gente abrazando a sus familiares muertos, por ejemplo.

Cuidar nuestro estado anímico. Es muy importante hacer, como adultos, una gestión adecuada de nuestros propios miedos. De lo contrario, ese miedo se cuela en lo que les transmitimos a las criaturas.

Muchas veces, aunque no les hablemos de temas tan crudos como la guerra, si no hacemos una buena gestión de nuestros miedos, estos se cuelan en lo cotidiano: en nuestro tono de voz, en nuestras preguntas, tal vez más ansiosas: ¿¡Dónde estabas!?; ¿¡Estás bien?!; ¿Por qué no me has llamado?; ¡no me has escrito!
No hace falta verbalizar el miedo para transmitirlo. Por eso es importante tener un espacio propio para gestionar nuestros miedos. Si no tenemos las herramientas, podemos buscarlas en libros especializados o con la ayuda de un profesional.

Responder a sus preguntas, si las hay. El hecho de que sean menores no significa que no debamos darles explicaciones. No podemos obviar el elefante en el salón. Esas situaciones en las que todo el mundo lo está pensando pero nadie dice nada suelen ser contraproducentes.

Necesitamos transmitirles seguridad, ofrecer algún sistema de protección. Aunque como adultos sepamos que los sistemas de protección que tenemos pueden fallar, de momento no es necesario que los y las más peques sean conscientes. Podemos hablarles de las iniciativas solidarias que se ponen en marcha en situaciones de crisis, por ejemplo.

¿Cómo hablar de la guerra con nuestros hijos e hijas?

Dependiendo de su edad, podemos adoptar unas estrategias u otras. En edades tempranas, podemos explicarles las cosas mientras jugamos, porque este suele ser un momento en el que las criaturas se muestran más relajadas.

Podemos utilizar, por ejemplo, unas canicas. Podemos poner una canica en el centro que represente al niño o a la niña. Alrededor, podemos colocar sus sistemas de protección, que empezarán por los diferentes miembros de familia y que se complementarán con actores diferentes dependiendo de cada situación. De esta manera, las criaturas visualizan diferentes capas de protección y aumentan su sensación de seguridad.

Cuando son algo más mayores, en la preadolescencia o adolescencia, les podemos dedicar el tiempo de la misma manera que se lo dedicaríamos a una persona adulta: sentándonos, eligiendo un momento y lugar en el que no haya distracciones, mostrando que su miedo es importante para nosotras.

En este caso, podemos abordarlo de manera más directa porque, muchas veces, con el miedo lo que necesitamos es simplemente expresarlo. En este sentido, es importante ofrecerles un espacio para hablar de sus miedos, y por supuesto permitirles el llanto si lo necesitan. Algo que puede funcionar bastante bien es regalarles un “diario de miedos”, en el que escriban sobre ellos, los dibujen y, de esta manera, los digieran.

Ángela Pulido Flores. Psicóloga especializada en psicología infantil, atención temprana y disciplina positiva.

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